Desmontando mitos sobre la escritura de textos digitales
Cada día se producen más contenidos para las redes sociales, estamos más expuestos a la lectura en formato digital y nos llegan más y más noticias, textos, mitos y contenidos súper-mega-interesantes. Hoy me voy a centrar en la escritura telegráfica, muy de moda últimamente, y te propongo un pequeño juego. Lee por favor lo que escribo a continuación, pero no te vayas, quédate hasta el final… Es una pequeña prueba.
¿Cuántas veces te han dicho que para escribir textos digitales hay que ser breve?
Seguro que muchas veces.
¿Y que los párrafos de más de siete líneas son como ladrillos a la vista?
Muchas, también.
¿Y que hay que escribir frases de una palabra?
También.
¡Sí, sí!
Aquí está el estilo telegráfico.
Te lo presento.
¡Encantado de conocerte!
No escribo frases ni líneas, tan solo palabras sueltas.
Pero, imagina un artículo, todo él, escrito de esta manera.
¿Es posible de leer?
¿Qué te produce?
¿Te entran ganas de seguir leyendo?
Sé sincero con tu respuesta.
Seguro que no.
Hasta aquí llegó la prueba.
No te someto a mayor sufrimiento.
Te lo prometo.
¿Qué te ha producido la lectura de este fragmento a modo de prueba? Piensa la palabra y guárdala porque voy a desentrañar qué se esconde tras el estilo telegráfico en la escritura de textos digitales.
Con la escritura telegráfica (como la he denominado) se produce una especie de taquicardia lectora, la misma aceleración que generan los centros comerciales, las tiendas y los supermercados cuando ponen una música estridente para que se realicen las compras de forma rápida e impulsiva. Sin embargo, cuando estos comercios tienen poca clientela y les interesa que haya movimiento humano por sus establecimientos ponen una música pausada que invita a comprar con parsimonia y con lucidez.
La escritura digital no es sinónimo de telegrafía, es más, es contraria a esta en tanto en cuanto debe mantener despierta la atención del lector y engancharle desde principio hasta el final.
Por otra parte, es cierto que hay una serie de leyes o de normas establecidas para la escritura de textos digitales, como que la extensión de los párrafos no sea excesivamente larga o la creación de espacios para aligerar la visión general del artículo. Estos puntos ya se trataron en el artículo: Cómo escribir para no matar al lector, los 7 errores capitales del copywriting.
No obstante, y dejando a un lado las normas (consejos) referentes a la escritura digital, me gustaría señalar una especie de leyes no escritas sobre la creación que se fundamentan en una sola idea:
El sentido común
- Cualquier texto que se escriba (y más los destinados al medio digital) necesita un desarrollo argumentativo lógico y ordenado.
- La inclusión de palabras claves no debe dificultar el ritmo de lectura.
- Para retener al lector y por lo tanto aumentar su tiempo de permanencia en la página web, se necesitan dos cosas: calidad y ritmo argumentativo.
Por lo que resulta imposible conseguir el ritmo narrativo y la permanencia del lector cuando se escribe de forma telegráfica, insuflando estrés en vez de centrarse en un desarrollo argumentativo que proporcione una lectura pausada y sosegada del texto.
¿Qué opinas de la escritura telegráfica?
¿La has padecido alguna vez? ¿Qué te produjo?
¿Cómo consigues retener y aumentar la permanencia del lector en tu página web?
Por un momento pensé que me había pasado con el café. Efectivamente, taquicardia lectora.
Como recurso, escribir frases “telefráficas” (a líneas no he llegado) me resulta muy útil en ciertas partes de un texto para dejar sin aire al lector, dar una sensación de opresión, de una cabeza dando vueltas. Pero me parece complicado encontrar ese equilibrio y evitar la tortura psicológica. Al revisar mis textos, acabo acortando estas partes. Me ha pasado leyendo alguna vez una novela en la que me parecía excesivo y estaba tentado de saltarme una parte. Pero oye, esa es la magia de la escritura.
Aprovecho para incluir un párrafo que leí ayer en “El hombre en el castillo”, de Philip K. Dick:
“Conocían un millón de trucos, estos novelistas. El doctor Goebbels, por ejemplo; así había empezado, escribiendo novelas. Los escritores apelaban a los instintos básicos, comunes a todos, aun detrás de las superficies más respetables. Sí, el novelista conocía a los seres humanos, qué poco valían, gobernados por los testículos, empujados por el miedo, vendiéndose a todo en nombre de la codicia… el novelista sólo tenía que tocar el tambor, y obtenía una respuesta. Y observando las reacciones de la gente, el novelista reía, por supuesto, llevándose la mano a la boca.”
Un saludo.
Hola, Noa.
Lo mismo me pasé yo esa mañana con el café. Has mencionado algo muy interesante porque es diferente escribir frases “telegráficas” que líneas. El ritmo de una narración es fruto de la combinación adecuada entre frases largas y cortas. Habrá pasajes con más acción y que exijan por tanto un ritmo rápido, mientras que en los fragmentos más reflexivos o descriptivos, se hará necesario emplear frases más largas. Es cuestión de dominar el tempo de la obra. Además, no olvidemos las intenciones del escritor: muchas veces lo que pretende es crear un efecto opresivo, vertiginoso, envolvente… Es la magia de la escritura: hacer simple lo complejo y transmitir sensaciones con palabras.
Al final, aprovechando el texto, el escritor juega con el lector, va tocando teclas hasta que acierta y a veces se lleva sorpresas unas gratas y otras desagradables, ¿quién sabe?
Muchísimas gracias por comentar y compartir el pasaje.
¡Miles de saludos!