Antes de resolver este guirigay situemos al guiri en su contexto, o sea, en verano.
Decir verano en España significa una ración importante de temperaturas por encima de los cuarenta grados que nos deja medio tontos, una cantidad abrumadora de incendios forestales que devastan el solar patrio, un sinfín de originalísimas entrevistas a veraneantes en los telediarios sobre lo bien que se lo pasan en la playa, un montón de sorprendentes y novedosos consejos para evitar la insolación como ir por la sombra, beber mucha agua y no salir en las horas de más calor y, sobre todo, decir verano en España significa la invasión de millones de pieles blancuzcas y lechosas de seres que, viniendo desde más allá de los Pirineos, se empeñan en equilibrar un poco nuestra raquítica balanza de pagos además de intentar conseguir en una semana un bronceado de siglos.
El resultado suele ser un acangrejamiento severo y quemaduras diversas que lucirán encantados en sus países de origen como prueba incontestable de que las fotos que han subido al Facebook no estaban trucadas. Son los guiris. Machos y hembras. Ellos, haciendo ostentación de barrigas cerveceras y tatuajes varios a lo largo y ancho de brazos y torsos desnudos en las terrazas de los bares y ellas, llevando vestidos muy amplios a modo de túnicas o minifaldas imposibles encima de zapatos blancos de tacón altísimo, en consonancia perfecta con un peinado étnico.
Existe también un modelo antiguo en franco retroceso, al menos en la Costa del Sol y del Ladrillo, consistente en sombrero mejicano y pies equipados con sandalias y calcetines, lo cual demuestra que la teoría evolucionista de Darwin no era un cuento chino. Los guiris han evolucionado y se han adaptado. En lo que no se han adaptado es en los horarios de comidas, (perfectamente comprensible) y en que no hablan nada de español (también comprensible para los que solo vienen una semana y absolutamente incomprensible para los guiris autóctonos, con especial atención a los ingleses).
El personal hispánico, sección de hostelería, ha evolucionado asimismo mucho desde las primeras invasiones y hoy por hoy el que más y la que menos farfulla guirialemán, guirifrancés o guiringlés según la denominación de origen y la región donde pernoctan los bárbaros. En Baleares y Canarias, islas tópicamente afortunadas, se farfulla el guirialemán. En la Costa Brava, el guirifranchute y en nuestra sin par Costa del Sol el guiringlés.
Y ya va siendo hora de que sepamos qué significa guiri y de dónde viene. Es un término del español coloquial que se aplica al turista extranjero, sobre todo al europeo y al norteamericano (en mejicano lindo, gringo) por hablar lenguas que no hay cristiano que las entienda. Por eso guirigay, “lenguaje oscuro y difícil de entender” según el DRAE, es un claro candidato a ser el origen del vocablo guiri. Nada nuevo bajo el sol.
Todas las culturas han mirado por encima del hombro lo que venía de fuera, de ahí forastero, confiriéndole un cierto matiz despectivo. Los atenienses, tan suyos, llamaban a los extranjeros bárbaros que tiene que ver con no saber hablar el griego o hablarlo mal. Bárbaro era, pues, un término usado para ridiculizar a los extranjeros que hablaban una lengua extraña o farfullaban, bar-bar-bar balbuceaban, el griego. Bárbaro incluso era el macedonio Alejandro Magno que hablaba indudablemente griego pero con un acento distinto, cateto para ellos, lo cual no le impidió conquistar y someter la región del Ática con todos los atenienses finolis dentro para hacer boca y zamparse después todo el mundo conocido, desde Egipto hasta más allá del Ganges, en la India.
Es el mismo proceso cuando el escritor Juan Goytisolo hace venir el origen de guiri de la palabra turca guiur que significa “infiel, extranjero”. O también cuando se establece la matriz de guiri en la palabra eusquera guiristinos que es una deformación-ridiculización de “cristinos”, que así eran llamados los partidarios de la reina-regente Cristina, viuda del inefable Fernando VII, quien se apoyó en los liberales para hacer valer los derechos al trono de su hija, Isabel II, la reina castiza, frente a los vascos ultramontanos y ultraconservadores, partidarios de don Carlos, hermano del felón Fernando VII. Una contienda dividida en tres guerras, las guerras carlistas, que asolaron nuestro convulso siglo XIX.
O sea, y resumiendo, que guirigay no tiene nada que ver con un guiri gay, de la misma manera que Serguéi no tiene nada que ver con ser gay. Son juegos de palabras.
En un próximo artículo hablaré del significado y el origen de gay.
¿Lo sabes tú?
¿Sabes cómo se llama el juego de palabras consistente en decir: “No es lo mismo armar un guirigay que armar a un guiri gay”?
Nos encantará leer tus palabras
Enhorabuena por vuestra web que descubrí por casualidad. Me ha encantado la ironía de vuestro artículo relativo a los guiris, tan sólo discrepo en lo relativo al matiz despectivo del término forastero, creo que eso era antes. En la actualidad, al menos es así como yo lo siento, es algo positivo, que implica cierto aire de sofisticación. Asturiana residente en Andalucía, asumo que seré forastera toda la vida, especialmente por hablar tan “fino”, pero insisto, en que yo lo percibo como algo bueno y que incluso despierta admiración (si, si… Algunos exclaman ohhhh, como si en vez de venir de Asturias viniera de Burkina Faso). Enhorabuena de nuevo por vuestro trabajo.
Y.
Hola Y.
Muchísimas gracias. Nos alegra enormemente tenerte como lectora y que te haya gustado nuestro trabajo y la ironía contenida en el artículo. ¡Con un poco de humor la lengua es más llevadera!
Sí, Alberto menciona en el artículo que antiguamente todas las culturas miraban por encima del hombro a los extranjeros y que por ello se les llamó forasteros con un cierto deje despectivo. Coincido en que actualmente la palabra forastero ha perdido ese matiz despectivo y es más sofisticado. Sin embargo, la palabra guiri es la que ahora ha adquirido ese tono despectivo para referirse, sobre todo, a los extranjeros del norte de Europa.
Por ejemplo, en un pueblo muy pequeño de Huelva, que tiene una de las cabalgatas más antiguas de España, el día de reyes se llena de gente procedente de localidades cercanas y siempre me ha hecho mucha gracia cómo se les llamaba. Eran los forasteros, pero no de forma despectiva, sino con cariño porque la gente de las otras localidades (forasteros) llenaba de alegría el pueblo, los bares, las calles, la cabalgata. Era una fiesta local que mostraba al mundo el poderío del lugar.
¡No te sientas forastera en Andalucía! Seguro que ya es casi tu segunda tierra. El trasvase cultural es siempre muy enriquecedor y positivo.
Muchísimas gracias por tus palabras.
Miles de saludos.
hola, en el libro Zumalacarrgui de los Episodios Nacionales Galdos cuenta que en las guerras carlistas a los Isabelinos los carlistas (despectivamente carcas) los llamaban guiris por deformación de las siglas GRI (guardia real isabelina) que lucían en los gorros y zurrones. no recuerdo si en esta unidad había elementos extranjeros o simplemente que los carlistas vascos los consideraban foráneos.
¡Que interesante! Y en esto de las etimologías soy de los que piensan que cuanto más cercano en el tiempo se esté tanto más acertada será la interpretación; GRI suena que es muy buen candidato al origen de guiri.
Por otra parte, gracias por el artículo… me surgió la duda cuando de broma le comenté a mi mujer si no había guiris heteros.